Monday, May 2, 2011

Carta de LUIS SCHWARZ a Esteban Esponda

Mi querido e inolvidable amigo:

Te ofrezco primero que nada mil disculpas por no haberte contestado de inmediato. Ahora no tengo internet y reviso mi correo esporádicamente en los cibercafés. Luego a veces ando tan ocupado, que no lo reviso en un mes.

Mi hermana Elsita ya me había enviado tres mensajes, pero no los había visto. Mi madre me habló por teléfono para decirme sobre esto y revisara yo mi correo.

En fin, que debo abrir mi correo más seguido. Pues la verdad, esto que me acabas de comunicar es un gran acontecimiento para todos nosotros, los felicito de antemano por esa iniciativa tan atinada y encomiable.

Me dio mucho gusto leer tu carta tan cariñosa y sincera, menos no podía esperar de “…hombre tan cabal que no espero encontrar otro igual” W. Shakespeare. 


Me remontaste a mis maravillosos veinte años de edad. Hace 35 años fui tan feliz Esteban, esos tres años de mi preparatoria en el madero, fueron los más felices de toda mi vida hasta el día de hoy. Siempre lo he sentido así, sé en mi corazón que así fue.

En medio de esa intensa luz que iluminó mi vida, consumiéndose ya felizmente en el fuego sagrado de mi juventud, emerge nítidamente la presencia de un gentil joven, de exquisito trato, a quien nunca escuché decir palabra denostante alguna, ni hablar mal de nadie, ni le vi metido en francachelas o pleitos; lo que revelaba su fina educación y elevadas aspiraciones; y que ni hablar de la consideración con que trataba a todo semejante, lo que denotaba ya su nobleza y grandeza de corazón.

Hace tan solo 35 años que le conocí,… “solíamos hablar de oratoria, competir, y éramos amigos,…” eso que escribiste fue tan hermoso que lloré, de verdad. Me remontaste a aquellos tres años mágicos de mi vida, recordé nuestras caminatas por los jardines de la escuela platicando, y sí, el arte de la oratoria era nuestro tema preferido

Teníamos otro tema no menos interesante, el arte supremo y divino de “las damas”, en cuyo terreno te conocí como un caballero. Levantemos nuestra copa compañero y brindemos por ellas. La flor más dulce que Dios creó en su infinito amor, para que la pasemos mejor, aunque a veces peor y hasta nos peguen, pero aún así, que sus besos nos entreguen. He dicho.

Recordé a todos nuestros compañeros y compañeras, nuestras chanzas y ocurrencias, nuestras profesoras y profesores. Me devolviste la fe en un sentimiento en que ya no creía: La amistad, hija predilecta del amor que todo lo trasciende y da sentido a la existencia. Había olvidado que hace 35 años estuvo presente en mi vida la amistad pura y verdadera. Había olvidado que alguna vez fui feliz.

Pero en la vida siempre estamos aprendiendo, yo pensaba que había sido tan feliz porque era muy joven; ahora con tus palabras he comprendido que esa felicidad, esa intensa luz que rodeó mi vida en mi juventud, allá en el madero, eran Ustedes, mis amigos y amigas, porque cada uno de ustedes son una velita de luz, que unidas alumbraron mi vida como nunca.

Cuando me marché dejé atrás esa luz y nunca más la volví a encontrar, me fui solo con mi pequeña luz individual, a enfrentar la oscuridad del mundo y sus desengaños.

Ahora he comprendido que la amistad es la Presencia de Dios en la Tierra a través de nuestros corazones, para enfrentar la oscuridad con poderosa luz y caminar confiados hacia nuestras metas, sabiendo que a lado o detrás, viene un amigo con nosotros, quien solo deseará nuestro bien y nos alumbrará cuando nos estemos apagando.  

He comprendido que la amistad sí existe, pero que pocos seres humanos llegan a comprenderla, por ello es que la mayoría simplemente la hace a un lado diciendo - eso no existe.

Pero la amistad sí existe, lo que sucede es que si es un concepto difícil de entender, más aún lo es de practicarse, porque un amigo tolera, perdona y ama.

La práctica de la amistad, llevaría a los humanos a la unión fraternal, que les aportaría su felicidad individual, al procurar permanentemente la de sus semejantes.

Si la llama de este sentimiento divino, prendiera en el corazón de los seres humanos, estoy seguro que se acabarían las guerras y todos los problemas.

No podemos cambiar el mundo, pero sí nuestro mundo personal, que contiene a nuestros amigos, y sé que ese encuentro de nuestra generación tendrá ese efecto. Porque  ese día el madero estará iluminado con una luz deslumbrante, que solo reflejará el amor fraternal de Dios depositado en nuestros corazones, y unidos en ese amor, vamos a vivir bellísimos momentos de gran trascendencia, para nuestro crecimiento humano.

Será una pausa en nuestra vida, el tiempo se detendrá y las hojas del calendario empezarán a volar hasta llegar a la década de los setentas, volveremos a ser jóvenes, porque la juventud está en tu mente y en tu corazón, cuando tú y yo entremos al liceo, será la mañana del 26 de abril de 1974, la fecha de mi diploma, “tercer lugar en el concurso interior de oratoria.”

Lo sé porque tengo ese diploma enmarcado frente a  mí. Cuando me siento desalentado o triste, lo miro y vuelvo a levantarme.

He recordado a ese gran hombre, a ese padre ejemplar que tuvimos todos sin distinción alguna, que con el ejemplo de su propia vida, con cariño y firmeza admirable de carácter, nos guió e inculcó los valores más elevados, y que de seguirlos nos darían seguro el éxito en la vida. Nuestro inolvidable, muy amado y sentido Director, Enrique Robles Taylor. Yo sé que él  estará presente en esa reunión, porque nos amaba a todos, éramos su vida. Ese hombre no era tan solo un director de escuela que cumplía con un horario y cobraba un sueldo. No señor, él no era nada de eso de ninguna manera. El era y sigue siendo un alma grandiosa, que vino a este mundo a cumplir la noble y ardua misión de encausar a la juventud. Él nos entregó su vida entera sin regateo ni condición alguna. Todos lo llevaremos siempre en nuestro corazón, así como él nos llevó a todos en el suyo tan grande. Justo es que nuestra reunión sea en su nombre y le honremos en ese día.

Muchos ni idea tienen de lo que es un Liceo, un mundo mágico que Taylor nos regaló, para que viviéramos nuestros sueños, anhelos e ideales más increíbles y grandiosos. No necesitábamos un solo peso para montar la obra de teatro más increíble que pudiéramos concebir; ni invertir en una campaña política para pronunciar un discurso, sobre lo que nosotros pensábamos o sentíamos debería ser para el bien de nuestro país y del mundo. En el liceo, teníamos el mundo a nuestros pies para moldearlo a nuestro antojo.

Mi querido amigo, te agradezco mucho tu invitación a  regresar al Madero, el día sábado 21 de mayo a las 11 horas, y. . . ¡POR SUPUESTO QUE ESTARÈ AHÌ PRIMERO DIOS!, ¡JAMÁS ME LO PERDERÍA!,

Tienes toda la razón Esteban, a Ustedes mis amigos de toda la vida, no les puedo decir que no, porque Ustedes son mi luz, esa luz que con solo llevármela en mi mente y en mi  corazón, estoy seguro volverá a alumbrar mi vida otros 35 años, o los que Dios me conceda.

Tu amigo que te quiere sinceramente LUIS SCHWARZ

P.D.
Te envío ésta parábola que viene en un libro, se supone que Dios le dicta esto a un hombre.

Había una vez un alma que sabía que ella era la luz. Era un alma nueva, y, por lo tanto, ansiosa por experimentar. “Soy la luz - decía -. Soy la luz.” Pero todo lo que supiera al respecto y todo lo que dijera al respecto no podían sustituir a la experiencia. Y en la esfera de la que surgió esta alma no había sino la luz. Todas las almas eran grandiosas, todas las almas eran magníficas, y todas las almas brillaban con el brillo imponente de Mi propia luz. Así, la pequeña alma en cuestión era como una vela en el sol. En medio de la más grandiosa luz - de la que formaba parte -, no podía verse a sí misma, ni experimentarse a sí misma como Quien y Lo Que Realmente Era.

Sucedía que esta alma anhelaba una y otra vez conocerse a sí misma. Y tan grande era su anhelo, que un día le dije:

-         ¿Sabes, pequeña, qué deberías hacer para satisfacer este anhelo tuyo?
-         ¿Qué Dios Mío? ¡Quiero hacer algo! - me dijo la pequeña alma.
-         Debes separarte del resto de nosotros - respondí -, y luego debes surgir por ti misma de la oscuridad.
-         ¿Qué es la oscuridad, oh, Santo? - pregunto la pequeña alma.
-         Lo que tu no eres - le respondí, y el alma lo entendió.
Y eso hizo el alma, apartándose del Todo, e incluso yendo hacia otra esfera. En esta esfera el alma tenía la facultad de incorporar a su experiencia todo género de oscuridad. Y así lo hizo.
Pero en medio de toda aquella oscuridad, gritó:
-         ¡Padre, Padre! ¿Por qué me has abandonado?
Igual que vosotros en vuestros momentos más negros. Pero Yo nunca os he abandonado, sino que estoy siempre a vuestra disposición, dispuesto  a recordaros Quienes Sois Realmente; dispuesto, siempre dispuesto, a recibiros en casa.

Así pues, sé la luz en la oscuridad, y no la maldigas.
Y no olvides Quién Eres mientras dura tu rodeo por el camino de lo que no eres. Pero alaba la creación, aunque trates de cambiarla.
Y sabe que lo que hagas en los momentos de más dura prueba puede ser tu mayor triunfo, ya que la experiencia que creas es una afirmación de Quién Eres, y de Quién Quieres Ser.

Te he explicado esta historia - la parábola de la pequeña alma y el sol - a fin de que puedas entender mejor porqué el mundo es como es, y cómo puede cambiar en un instante en el momento en que cada uno recuerde la divina verdad de su más alta realidad.

Ahora bien, hay quienes dicen que la vida es una escuela, y que todo lo que uno observa y experimenta en su vida es para que aprenda. Ya he hablado de ello antes; pero nuevamente digo:

No habéis venido a esta vida a aprender nada; sólo tenéis que manifestar lo que ya sabéis. Al manifestarlo, lo realizaréis y os crearéis a vosotros mismos de nuevo, a través de vuestra experiencia. Así pues, justificad la vida y dotadla de objetivo. Hacedla sagrada.

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